Esta hipótesis de trabajo arqueológico es muy conocida, incluso desde mucho tiempo antes de que el historiador Iam Wilson la propusiera en 1978. Pero aunque él estaba seguro de ello, le faltaban pruebas científicas. Años después otra historiadora, Barbara Frale,
autora del libro Los Templarios y Los Templarios y la Sábana Santa,
cree haber encontrado en el Archivo Secreto Vaticano las pruebas de
ello.
Para
los estudiosos de la Orden del Temple era algo seguro que los freires
habían custodiado la Síndone durante muchos años, después del saqueo a
Constantinopla, porque la mortaja de Jesús era la reliquia más
excepcional, y sólo en las manos de los caballeros del Templo podía
estar segura.
Los datos de Frale se basan en un documento del proceso inquisitorial contra la Orden que promulgó el Papa Clemente y el rey francés Felipe. En el mismo se recoge el testimonio de un freire, Arnaut Sabbatier, en el que narra la forma en que fue iniciado en la Orden templaria en 1287 en su ceremonia de ingreso. En su declaración, Sabbatier declara que besaban la imagen de un hombre en una larga tela de lino. Después de hacer los votos de pobreza, obediencia y castidad, como otro monje, sus
superiores le llevaron a un lugar secreto, accesible solo a los hermanos de la
Orden, le mostraron una larga tela de lino que mostraba la imagen de un hombre
y le hicieron adorarlo, besándole tres veces los pies.
Segun Wilson, erudito inglés de la Universidad de Oxford, en 1204 la IV Cruzada
saquea Constantinopla, y cientos de
reliquias desaparecen de la corte e iglesias bizantinas para ir
reapareciendo luego en Occidente. Lo cierto es que el mercadeo de
reliquias fue una de las formas de ingreso y negocio más importantes
para la Iglesia, para conventos, abadías y cortes medievales.
La Sábana Santa o Síndone, según la tradición bizantina, había envuelto el
cuerpo de Cristo en el sepulcro. Por ello, con toda seguridad, sería la reliquia más importante,
muy por encima de la famosa Cruz de santa Elena (de cuya realidad
histórica aún se discute) Lo cierto es que después de su salida de
Constantinopla, la Síndone vuelve a aparecer en 1353 en una iglesia francesa, en Lirey, expuesta a la veneración de los
fieles por donación de una familia descendiente del templario Geoffroy de Charney (que murió ejecutado en la hoguera junto al Maestro De Molay)
Durante más de cien años, la Orden del Temple mantuvo en secreto una de sus posesiones más veneradas y delicadas. ¿Por qué? Para Bárbara Frale la respuesta habría que buscarla en la orden de excomunión dictada por el Papa a todos los cruzados que
participaron en el ignominioso saqueo de Constantinopla y que el IV
Concilio Lateranense, en 1215, decretó la misma pena a quienes
traficasen con
reliquias; por cierto sin mucho éxito ni obediencia. Pero la misma
especialista, de alguna forma, se contradice en su hipótesis, porque
expone que el motivo del secretismo de la Síndone por parte de los
freires se debió a que su posesión, mostrando el cuerpo de Jesús en toda
su cruenta pasión, sería caldo de cultivo para la controversia por
parte de ciertos grupos cristianos heréticos. Pero afirma,
correctamente, que el Temple estaba aislado del poder clerical y civil,
por lo que podían haber informado de su posesión, y lejos de ser
excomulgados, haber sido tratados, una vez más, como lo que eran: héroes
cristianos, porque habrían salvado a la Sábana Santa de otros usos
heréticos e incluso de su destrucción.
Quizá
las razones eran otras. Frale insiste en que la Sábana Santa representa
con todo detalle las muestras de la pasión de Jesús. Cierto. Pero se
olvida de que estos datos los tenemos hoy, con nuestra adelantada
tecnología, y que en realidad, la impronta de la Síndone es un negativo y
que poco se aprecia al natural, incluso para los fisiólogos. Es decir,
todos los datos forenses que ahora apreciamos en la Síndone y que nos
hacen comprender científicamente cómo fue la tortura al Maestro Jesús, no se podían haber conocido en el siglo XI... ¿O sí?
¿Conocían los Templarios más que sus contemporáneos al respecto?
Lo
que si podemos tener claro es que gracias a la Orden del Temple, ahora
tenemos el elemento arqueológico más importante de la cristiandad (y de
nuestra civilización) el que muestra que en aquel sepulcro judío de hace
dos mil años, algo paso, algo excepcional que hoy se muestra en toda su
grandiosidad.
Non nobis domine, non nobis, sed nomine tua da gloriam