Lo que
hizo caer en desgracia a la Orden del Temple sigue siendo un misterio. Tenemos
muchos datos y probabilidades, todas, seguramente, válidas y ciertas, pero lo
cierto es que ninguna determinante y, a medida que los amantes de la Orden
continúan estudiando y analizando lo que aconteció, aparecen nuevas
posibilidades. (y decimos amantes de la Orden porque los historiadores
oficiales no exponen más que lo que ya tenemos como ortodoxia histórica; o sea,
casi nada)
El fin de
su estancia en Ultramar... La desmedida deuda del sátrapa asesino Felipe... El
miedo del inútil y criminal Clemente... Las envidias de todo noble, obispo y
abad... Todo ello y más es cierto. Pero podría haber otro dato que, de momento
no ha sido puesto a la luz: el Temple fue la Nueva Alianza, sucesora de la
tercera, la de Constantino el grande.
Este césar
romano, sigue siendo considerado en los libros de historia oficial, así como en
la historia eclesiástica como el emperador romano que cristianizo el Imperio,
un monarca romano que abandonó sus creencias para abrazar la fe en Jesucristo.
Incierto, absolutamente incierto. Constantino el grande no fue cristiano, no
abrazo a Cristo ni siguió la doctrina, magisterio y obediencia a la Iglesia
vaticana; al menos hasta su lecho de muerte en el que, posiblemente, fuera
bautizado... Quizá por lo que pudiera pasar... Quizá obligado por las
circunstancias.
Se le ha
denominado el Treceavo apóstol (una vez más quitando el puesto a la Apóstol
apostolorum, la real número 13, María Magdalena) porque, es cierto, convocó el
Concilio de Nicea y dio nueva carta de naturaleza (y poder político y real) a
la Iglesia cristiana oficial (porque había otras muchas a las que poco a poco
fueron eliminando (o no)
Pero Constantino
no fue cristiano; en realidad pasaba de la Iglesia (a la que dominaba como
emperador) porque él era el Amigo de Dios, el Reflejo del Logos en la Tierra,
en él se desarrollaba la idea hermética de "lo que sucede en el Cielo
sucede en la Tierra" Constantino estableció una Nueva Alianza con Dios,
transformándose en su Amigo, su interlocutor; y en esta misión divina no tenía
papel alguno Jesús el Cristo.
Luego
estaríamos ante la Tercera Alianza. La primera fue de Dios con Abraham. La
segunda de Dios con Jesucristo. La Tercera, entonces, sería la de Dios con
Constantino, para lo cual, la Iglesia cristiana no era más que una herramienta
más. Luego, ¿que pasaría si hubiera una Cuarta alianza? En efecto, esta pudo
producirse entre Dios y la Orden del Temple, y para ello, de nuevo, la Iglesia
cristiana no era necesaria excepto como una herramienta logística, una
cobertura, pero, sin duda, quedando fuera del nuevo abrazo de Dios con su (sus)
elegido.
Hay
diversas similitudes entre la Alianza de Constantino el grande y la de la Orden
del Temple. La principal es que en ambas, no se tratarían de cristianos, sino
de utilizar a la Iglesia. La segunda que las batallas del emperador romano,
quien llegó a unificar el imperio creando una nueva capital, eran en realidad
Cruzadas divinas, de Dios, de la misma manera que las batallas en las que
intervenía el Temple eran cruzadas de Dios, no de los hombre (de los reyes,
nobles o iglesia) Y en tercer lugar, tanto el monarca como la Orden dispusieron
de comunicación directa, reservada (o secreta) con Dios.
Y quizá
por ello, al volver de ultramar, al serles debido tanto dinero, al disponer del
único ejército regular, al ser inmensamente ricos, al tener miles de
encomiendas, al traer a Europa la cultura ecuménica transformadora... Por todo
ello y porque la Orden suponía la Cuarta Alianza, fue por lo que los asesinos
Clemente papa y Felipe rey intentaron acabar con la Orden de los Pobres
Caballeros de Cristo del Templo de Salomón... Lo intentaron. Porque la Cuarta
Alianza se ha mantenido con la luz astral del Paráclito femenino de María
Magdalena.
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